Al infierno se va por atajos, jeringas, recetas.
Ayer, hecha un pingajo, me dijo en el tigre de un bar:
-¿Dónde está la canción que me hiciste cuando eras poeta?
+Terminaba tan triste que nunca la pude empezar.
Por esos labios, que sabían a puchero de pensiones inmundas,
habría matado yo, que, cuando me muero ya nunca es por amor.
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